¿Qué es la Astrología Terapéutica?


Es la fusión de uno de los conocimientos más antiguos conocidos por la humanidad, con las tendencias más avanzadas de Psicología Humanista.

Todos han oído hablar de la astrología, casi todos saben cual es su “horóscopo”, y algunos están familiarizados con ciertas características muy generales de su signo solar, pero muy pocos conocen la verdadera dimensión de la astrología y su incalculable valor humano, espiritual y terapéutico. La responsabilidad no es de los horóscopos de periódicos o revistas, ni de los astrólogos con sus enfoques variopintos, sino del nivel de conciencia colectiva en el que nos encontramos actualmente, la mayoría de los seres humanos.

La verdadera astrología tiene mucho que mostrar sobre la rara belleza de nuestra cara oculta y, mucho que desvelar sobre los misteriosos designios del proyecto vital con el que todos venimos a este mundo. Evidentemente, lo que más atrae de esta ciencia, es la adivinación. Esto es normal si tenemos en cuenta que a nivel popular la mayoría busca, en las llamadas ciencias ocultas, el medio de saber cuando les va a cambiar la vida o cuando van a conseguir las cosas que más desean. Las personas que tienen esta motivación, normalmente no son conscientes de algo muy importante: mientras no se observen a sí mismas para conocerse, y las pautas psicológicas sigan siendo las mismas, las circunstancias sólo cambiarán en apariencia. Por ejemplo, una persona que no es feliz en su relación de pareja, puede intentar cambiar su situación buscando a otra persona. Pero si no indaga en el origen interno de su infelicidad, aunque la nueva pareja aparente ser muy diferente, con el tiempo, es muy probable que acabe resultando ser bastante similar a la anterior.

La psique individual, básicamente está dividida en dos planos de conciencia; el consciente y el inconsciente. La parte consciente está compuesta por las características de nuestra personalidad que conocemos y con las que nos podemos identificar fácilmente. La parte inconsciente está formada por las pautas y tendencias ocultas de nuestra personalidad, que aunque nos pertenecen, normalmente nos cuesta más reconocer. También es muy habitual la negación de estas pautas, (sobre todo, si educacionalmente se nos ha dicho que son inaceptables) atrayendo de esta forma a nuestra vida circunstancias y personas que resultan ser un reflejo o “proyección” de eso que nos negamos a reconocer o aceptar en nosotros mismos.

Veamos un ejemplo sencillo; Si cuando éramos pequeños nos rebelábamos sanamente ante la imposición autoritaria, y los adultos nos dejaron bien claro que eso estaba “mal” y que había que someterse a la autoridad, es muy probable que pronto aprendiéramos a reprimir nuestra rabia y nuestra frustración. Esta rabia no puede ser suprimida con la voluntad o la negación, más bien queda reprimida y camuflada en el lado inconsciente de la personalidad, expresándose a través de vías más sutiles, como por ejemplo la crítica, la descalificación, el retraimiento o la frialdad emocional. Cuando ocurre esto, normalmente se suelen atraer a personas o parejas que sí expresan su rabia y su agresividad abiertamente, convirtiéndose en catalizadores de aquello que el otro tiene reprimido y solamente expresado de forma indirecta, desde su papel de víctima.

Esa parte inconsciente de nuestra psicología es accesible a todos nosotros si nos lo proponemos. Un buen comienzo para tirar del “hilo de Ariadna”, y penetrar en el laberinto formado por el mundo inconsciente, es desarrollando la auto-observación, para así avanzar en el camino del auto-conocimiento. Es muy importante  “darnos cuenta” de los muchos pensamientos y deseos que se expresan en nosotros de forma automática, pues a través de ellos se manifiesta muy a menudo nuestra parte inconsciente. Esta atención puede parecer árida al principio, pero poco a poco, nos va permitiendo observar la conexión que hay entre lo que pensamos y nuestros estados de ánimo. También podremos entender la estrecha vinculación que se da entre lo que deseamos y las circunstancias que atraemos sin darnos cuenta.

Desarrollar la atención hacia dentro, nos permite ir reconociendo y comprendiendo nuestras pautas psicológicas, o lo que es lo mismo; nuestro diseño interior. Todos los componentes habituales de la vida humana, forman parte de este diseño: circunstancias familiares más o menos complicadas, dificultades personales a nivel psíquico o físico, etc. Nuestro entramado vital tiene una lógica con la que progresivamente nos vamos familiarizando en la medida que nos vamos conociendo a nosotros mismos. De esta forma, poco a poco, vamos comprendiendo las claves de nuestra vida y cogiendo las riendas de nuestro destino, pues, al ser conscientes de las consecuencias que nuestros pensamientos y deseos pueden tener, desarrollamos el don de la verdadera libertad. Esta libertad consiste en dejar de estar condicionados por nuestros propios deseos e impulsos inconscientes.

Andar este camino no es fácil, ya que, los deseos y los miedos inconscientes están muy arraigados en todos nosotros. Pero, una vez que empezamos a experimentar el enorme valor de los resultados, ya no podemos dejarnos dormir de nuevo, en el pesado sueño de la inconsciencia. Tal y como dice el Tao; el hombre que aprende a contar, ya nunca podrá evitar seguir contando. Estoy seguro, de que esta apasionante labor podemos llevarla a cabo mediante nuestra inquietud e interés, así como a través de la voluntad de crecer y evolucionar. Y aquí surge la astrología, brindándonos una herramienta preciosa, que nos permite abrir una ventana a través de la cual podemos analizar los entramados y conexiones del laberinto interior. Esta ventana es una lente que nos traduce e interpreta las motivaciones de nuestra conciencia en crecimiento. Nos da respuestas al porqué de unos padres con determinadas características, al porqué de ciertos anhelos, deseos o rechazos, el sentido que tienen nuestras inclinaciones y tendencias, etc.

Para descubrir una dinámica inconsciente, como la del ejemplo mencionado más arriba de agresividad reprimida, un profesional de la psicología “oficial”, probablemente necesitará algún tiempo de conversación con el paciente (lo que se puede alargar bastante, si este tiene mucha resistencia). Mientras que un terapeuta que maneje la psico-astrología, lo habrá intuido antes de hablar con él, si previamente ha realizado un análisis de su Carta Natal. Cada elemento de los que componen la simbología astrológica, representa una parte determinada de nuestra psique, su lógica, su funcionamiento, su potencial, sus posibilidades y sus dificultades, reflejadas claramente como dinámicas psicológicas muy concretas.

Como breve introducción a la enorme riqueza de símbolos y significados contenidos en cada uno de los arquetipos planetarios que componen la Carta Astral, trataremos de manera muy sintética la doble polaridad de la psique, “masculina-femenina”, representada por el Sol y la Luna:

El Sol, nuestra parte masculina, nos proporciona una amplia información sobre el trabajo esencial que cada individuo (a un nivel más trascendente; cada alma), se ha propuesto desarrollar a lo largo de su vida. Es lo que simbólicamente está reflejado en muchos cuentos y leyendas como el mítico viaje del héroe. La necesidad de autorrealización, representada por este símbolo, es tan importante que si no la alcanzamos o nos desviamos de ella, el sentimiento que emerge en nosotros es el vacío o la falta de sentido. De hecho, estos sentimientos de vacío son las señales de nuestra alma, que nos impulsa de esta forma, a buscar lo que realmente necesitamos para sentirnos plenos. También, es interesante señalar que, las claves de nuestro crecimiento, el potencial inherente a este y las dificultades que podemos experimentar en el proceso, (todas reflejadas en el símbolo solar) están estrechamente vinculadas a las vivencias tempranas con la figura paterna.

La Luna, nuestra parte femenina, es otro símbolo muy importante. Ésta refleja nuestra herencia psíquica, así como, toda la gama de actitudes y respuestas automáticas con las que respondemos a los estímulos cotidianos de la vida. La Luna también nos habla de lo que somos desde pequeños, lo que expresamos sin darnos cuenta, la manera de ser que manifestamos en la intimidad familiar y hogareña, todo lo que necesitamos para sentirnos seguros y emocionalmente nutridos, todo aquello que somos sin tener que hacer ningún esfuerzo. No es de extrañar, por lo tanto, que para los que tienen en cuenta el proceso evolutivo, llevado a cabo por el alma a través de sucesivas encarnaciones, la Luna represente cualidades fuertemente arraigadas en nosotros, como síntesis del desarrollo alcanzado en vidas anteriores. Si además, la Luna está vinculada con la figura materna y el entorno familiar, podemos deducir que todo lo que aparentemente hemos heredado de la psicología familiar, en realidad, ya lo teníamos y, el hecho de haber nacido en un entorno con determinadas personas no es casual, sino que, es un encuentro dado por afinidades psicológicas entre almas.

Entre los principios internos solar y lunar existe una dualidad que representa un proceso; la transición de una forma de ser arraigada en el pasado, que nos resulta cómoda y conocida (Luna), hacia un futuro incierto y lleno de desafíos (Sol), pero al mismo tiempo, plagado de nuevas posibilidades. Cada uno de los demás símbolos que componen el lenguaje astrológico, tiene algo que revelar sobre lo que somos a nivel interno y externo, pues nuestra realidad externa sólo es una proyección creada como resultado de nuestra realidad interna. Alguien ya dijo que somos lo que pensamos, o que el exterior es el reflejo del interior.

Llegados hasta aquí, es lógico preguntarse: ¿hasta qué punto estamos condicionados por las influencias planetarias?. Sobre todo teniendo en cuenta que los movimientos reales planetarios -conocidos en el lenguaje astrológico como tránsitos- están sincrónicamente vinculados con determinados estados anímicos y cambios que vamos experimentando a lo largo de la vida. Observando esto, podríamos deducir que nacemos con un complejo proyecto de evolución ya diseñado que, afortunadamente, podemos ver representado de forma gráfica, en una carta astral levantada para el momento preciso de nuestro nacimiento. Es como si de un diseño macrocósmico se tratase y, por una mágica y misteriosa razón, este reflejase paralela y fielmente, el diseño microcósmico representado en el individuo que está naciendo en ese preciso momento. A partir de ahí, y siempre de forma simbólica, los movimientos astrológicos seguirán reflejando fielmente, cuándo estaremos preparados para experimentar nuevas vivencias y cambios, que nos irán estimulando y ayudando a ser lo que a un nivel muy profundo tenemos en proyecto llegar a ser.

En el momento de nacer somos como una semilla, con un complejo programa psíquico-biológico que nos impulsa a crecer y a convertirnos en individuos formados y maduros. Del mismo modo que lo hace la semilla de cualquier fruto, biológicamente programada para llegar a convertirse en un árbol maduro y capaz de generar sus propios frutos. Siguiendo con este paralelismo simbólico, la astrología solamente nos anuncia cuándo estamos listos para experimentar determinadas vivencias y cambios, al igual que las estaciones y la meteorología anuncian a la planta cuándo es el momento del florecimiento o la caída de la hoja. Estos procesos cíclicos son tan naturales como necesarios para que se cumpla el proyecto con el que todos nacemos: Llegar a convertirnos en seres maduros y conscientes. El tiempo que tardemos en realizar el proceso, depende completamente de nuestra voluntad y de nuestro esfuerzo. No en vano, poseemos el don del libre albedrío. Ya lo decían los antiguos astrólogos con su leguaje simbólico:  

“Los astros inclinan pero no obligan”.



LA CARTA NATAL; MAPA DEL ALMA





La Carta Astral que se diseña para la hora de nacimiento de una persona, es un esquema detallado de las posiciones planetarias de ese momento. Es como hacer desde la tierra, una instantánea del sistema solar, que refleja la posición exacta de cada planeta ante la constelación por la que está transitando. Este gráfico planetario, según las posiciones y las distancias angulares entre los cuerpos celestes, refleja detalladamente las características psicológicas del ser que está encarnando en ese preciso instante.

Para cualquier persona que tiene la oportunidad de tener una lectura astrológica hecha por un astrólogo experimentado, no le quedará la menor duda, de que lo que allí está representado es una información precisa y aguda de su alma, de su mundo interno. Poco a poco ve cómo se despliegan ante él, de una forma detallada, sus tendencias, sus cualidades, sus miedos, sus deseos, sus esperanzas, sus secretos... etc, etc. Todo lo que atañe a su mundo interior, lo que es capaz de reconocer en sí mismo y lo que aún está tratando de cobrar forma en su conciencia, para ser liberado y canalizado por las vías más adecuadas para su crecimiento y su equilibrio.

La Carta Natal, por lo tanto, indica claramente que no nacemos como páginas en blanco que se van imprimiendo a medida que va transcurriendo el tiempo y se van acumulando las experiencias. Más bien refleja un hecho, que puede ser evidente para cualquier buscador de la verdad que se cuestiona y se pregunta, que no se conforma con las explicaciones vacías o con la ausencia de cualquier explicación; en el momento de nacer ya tenemos una estructura psicológica muy concreta. Por lo tanto, lo que la Carta Natal nos sugiere es que hay un proceso evolutivo anterior al nacimiento.

Esto nos lleva a considerar la idea de la reencarnación; El Alma, parte en algún momento del seno del Absoluto, de la Inteligencia Creadora. Como Chispa Divina e inocente, emprende el camino en busca de experiencias que la conduzcan por los entramados del aprendizaje y de la evolución. Este proceso, nos va permitiendo experimentar en las múltiples y diversas formas de vida, para conocer, comprender, y con el tiempo desarrollar la sabiduría y la capacidad de amar...

Vida tras vida, elegimos, creamos y experimentamos los sabores de nuestras acciones, nuestras elecciones y nuestras obras. Y así, poco a poco, se va desplegando en nosotros la luz de la conciencia. Una conciencia que nos va recordando nuestro origen divino, que nos va adentrando en una realidad pacificadora e inteligente de unidad.

Cada vida es una jornada más en el la travesía hacia la luz. Algunas jornadas son más duras que otras, pero también más ricas en oportunidades para avanzar con paso más decidido. En el esquema planetario de una carta natal, está reflejado el mapa de ruta de una jornada... el plan para una vida concreta. En ella, podemos destacar varios puntos muy importantes:
•  Las cualidades con las que contamos y que por lo tanto ya han sido desarrolladas en vidas anteriores.
•  Las tendencias que hemos venido a corregir.
•  Las dificultades que nos hemos preparado, con el fin de aligerar la carga de las equivocaciones y enriquecer al alma con atributos favorecedores de paz y felicidad.
•  El plan, el camino a transitar, para llegar al final de la jornada con el sentimiento de autorrealización.

Todo lo que vivimos desde que nacemos tiene una finalidad muy precisa, un objetivo muy concreto. Todo forma parte de un plan para el desarrollo, para la liberación. Nada es azar; el lugar, las circunstancias, los padres, la familia... Todo, absolutamente todo, forma parte de un entramado meticulosamente diseñado por el alma antes de embarcarse en las aguas de la vida, a veces calmas, a veces embravecidas. Todo es un reflejo de lo que nos hemos propuesto enfrentar de nosotros mismos, ni más ni menos.

El lenguaje astrológico, con su riqueza simbólica, nos facilita la comprensión del mapa de rutas interno. Es una herramienta más, como otras muchas, que la Vida nos regala para ayudarnos a entrever lo que todos, consciente o inconscientemente necesitamos saber; Por qué somos como somos y por qué nos pasan las cosas que nos pasan. Esta comprensión es esencial para ir liberando la presión de los deseos y el sufrimiento sordo de la ignorancia.

La Carta Natal es un Libro balsámico de claridad y de sentido, sólo hay que atreverse a adentrarse en ella, descubriéndola o aprendiendo a descifrarla, convirtiéndonos así en cómplices de los guiños del destino...